Ahí viene la plaga...

9:41 3 Comments

Mi experiencia sexual no estaba sobre alimentada y para ser francos andaba un poco anémica en los tempranos años de este milenio.
Según el promedio masculino, para tener un par de números por encima de la mayoría de edad, andaba un poco retrasado en la perdía de eso que extravié apropósito entre sabanas con una chica que a pesar de todo lo pasado entre nosotros, recuerdo con cariño y respeto.
El escenario del magno evento en la vida del que les escribe, era un hostal de la avenida Aviación llamado Blue Sky, el cual aún opera, para satisfacción del libro de mis recuerdos.
Sí. Digamos que aun no andaba muy enrollado entre sábanas y no practicaba mucho el salto olímpico en el colchón, pero eso cambiaría con mi siguiente enamorada, señorita que estaba dada a la tarea de dictarme un curso intensivo y sin recreos en el hostal que quedaba frente a su casa.
Al terminar cualquier fiesta o reunión; o si se le ocurría a la mitad de esta, aquella chica me jalaba al hostal y yo al principio iba con gusto, felicidad y emoción, como cualquier tipo normal, pero al convertir de esto en el pan de cada fin de semana y días miércoles, durante un año y medio aproximadamente sin tregua, como que las revoluciones bajan.
"No solo de pan vive el hombre. De vez en cuando, también necesita un trago." Dice Woody Allen.
(Continua debajo de la foto)
Qué pena el no poder acordarme el nombre del hostal a donde íbamos con esta chica, lo único que sé, es que este local se encuentra en el distrito de San Isidro, sobre aquella transitada avenida que conecta Miraflores con el Centro de Lima, también conocida por albergar a chicas del negocio de las esquinas (y no exactamente cambistas de dólares o euros) y que actualmente tiene sus pistas en reparaciones gracias a la cumbre APEC. (Disculpa por tener que dar tanta referencia, pero es importante para nuestro desenlace)
La rutina que habíamos desarrollado, mi enamorada y yo, con el tema del hostal, era tan exactamente invariable como el argumento de una misma película que vez una y otra vez.
El sol entraba por la ventana iluminando el papel higiénico y la toalla que descansaban sobre la mesa de noche junto a la cama (incluidos lógicamente dentro del pago de la habitación); mi enamorada y yo salíamos del hostal a toda máquina, luego cruzábamos la avenida hasta llegar a la entrada del edificio donde ella vivía (recuerda que su casa estaba al frente), despidiéndonos rápidamente con la esperanza de que en ambas casas nuestros padres aún se hallaran durmiendo. Toda la maniobra a vista y paciencia del portero del edificio donde ella vivía.
Gracias “Portero Anónimo” por ser nuestro cómplice y nunca delatarnos con la Madre de mi despreocupada enamorada, pensaba mientras regresaba a casa en un taxi donde oía boleros antiguos que son la banda sonora del amanecer.
Una mañana de sábado, que pude despertar como un ser normal en mi casa y no en un hostal, mi madre entró por la puerta del cuarto a saludarme y a comunicarme algo que era un tanto preocupante. Ella había encontrado, al llevar la ropa a la lavandería de mi casa, sangre en mi ropa interior. Puntitos de sangre en mis calzoncillos Boston blancos, talla; mejor de ahí te cuento.
Primero pensé que no era sangre lo que aparecía en mi ropa interior, que podría ser cualquier otra cosa, pero observando bien, definitivamente esos puntitos eran de sangre por el color que tenían. De repente me había arañado por alguna parte y por eso los puntos rojos, pero aparentemente no había arañones, ni heridas, por ninguno de esos lugares de mi cuerpo, así que decidí observar a ver que pasaba en los siguientes días.
Los días pasaron y la viruela de mis calzoncillos continuaba, así que preocupado decidí contárselo a mi enamorada y le pedí que mejor paráramos la mano y la cadera, con las saliditas al hostal, porque definitivamente algo malo pasaba debajo de mi ombligo y quizás el exceso de las costumbres que había adoptado con ella podría estar perjudicándome. Mi enamorada accedió, ya que estaba preocupada también; tanto así que después de dos días de contarle esto, me llevo al frente de su edificio de nuevo y yo me deje seducir.
Luego de dos semanas con este incesante tema sanguinolento, en mi cabeza ya se sorteaba un tema con la pálida dama (la muerte), con enfermedad incurable o lesión.
Cada vez que me iba a duchar y me desnudaba, mi ropa interior era un cuadro rojo de puntillismo y esto se volvía día a día más aterrador.
No pude más con la preocupación, así que de las salidas al hostal pase a las citas en el hospital.
Recorrí varios hospitales, acompañado de mi enamorada en aquel entonces, de mi Papá e incluso de mi Mamá, porque la preocupación ya era general entre mis seres queridos y nadie se explicaba que me estaba sucediendo.
Pasé por varios médicos, incluso por una enfermera que en una de las pruebas asignadas para conocer la enfermedad que me aquejaba, introdujo un isopo en el ojo de ese pequeño amigo que se abriga en la ropa interior masculina. Los resultados de esa prueba no arrojaron nada extraño. Todo estaba en orden por ahí.

¡Necesitamos al Doctor House! Lastima que en esa época aun no existía y ahora que existe solo es un ser ficticio de un programa de televisión.
Echado en mi cama, deprimido y abatido (como dice una canción), perdido en mis pensamientos, se me ocurrió dejar de ir al urólogo, ya que las amenazas con meterme tubos por aquel conducto para nuevas pruebas, se hacían tan incomodas como todas la preguntas que me habían hecho durante todo el proceso. Preguntas como: ¿Tienes otra pareja? ¿Te acuestas con prostitutas? ¿Has hecho una maniobra peligrosa? ¿Todavía te…? ¡Silencio!
Era hora del “Diagnostico diferencial” como diría House, así que fui al dermatólogo.
Fuimos cabizbajos al dermatólogo los dos, mi amigo de abajo y yo. A mi amigo solo le faltaba hablarme y decirme: Ya me canse de que todo el mundo me mire. ¿No entiendes, que aunque enfermo, soy un chico tímido?
Ya en el consultorio, el doctor saco una lupa con la que podías ver las patas de gallos hasta de un niño de 4 años, reviso durante breves segundos la zona del dilema y sentencio…
Tienes ladillas. ¿Dónde te has metido? – Me quedé callado- ¿No tienes picazón? – Yo negué con la cabeza, ya que nunca había sentido aquella sensación. El doctor cogió su recetario y escribió con esa letra indescifrable, típica de un médico- Échate esta crema por dos días, hierve tu ropa interior y tu ropa de cama y el problema se acabo.
De aquella visita del médico regrese hecho un cohete a mi casa, para untarme la cremita milagrosa hasta en el cuero cabelludo, ya que no soportaba la idea de tener una civilización que al parecer vivía de la agricultura que su especie obraba en los campos que se encontraban entre mis piernas.
La plaga terminó y marque en mi relación, la prohibición de volver a acudir al sucio hostal de aquella avenida.

Como es debido, otra de mis reacciones ante la plaga que me había devorado, fue decirle a mi enamorada que se hiciera ver, pero a ella no le importo y creo que nunca lo hizo. En fin, problema suyo al fin y al cabo, ya que yo había cumplido con decirle lo que tenía que decirle y no me preocupe en insistir más con el tema, ya que ella dejo de ser mi enamorada al poco tiempo, por motivos que no vienen al caso.
He conocido a “gente que conoce gente” que también ha sufrido de esta plaga o población en crecimiento desbordado, como lo quieras llamar. Lamentablemente aquel grupo de gente y yo, caímos en la trampa que estos bichitos nos preparan en las sabanas o en las toallas de cualquier hostal, ya que nada te asegura, absolutamente nada (ni el precio, ni la ubicación del lugar) ¿quien estuvo antes que tu sobre esa cama? y ¿Cómo es el aseo del lugar que visitas?
Si vas a un hostal en estos días, de veras te deseo, que tengas una feliz visita. Espero que después de un rato de haber estado adentro con tu pareja, haciendo lo que definitivamente no me importa, salgas de ahí solo con ella, sin molestas compañías.
Que la suerte te acompañe.
Ahi les dejo un video dedicado a mis amigas.Adios NO las extrañare:

invertebrado

Some say he’s half man half fish, others say he’s more of a seventy/thirty split. Either way he’s a fishy bastard.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Cuando uno debate un combate en el ring de las cuatro perillas, se llena de diversas experiencias, tanto sentimentales, físicas, sin sentimiento alguno, lujuriosas, dolorosas o como tu caso, te conviertes en un hostal de seres microscópicos.

Debo decirte que, el tinterito en algún momento también pasó por el ojo clínico del médico y bien sabes tu que estuvo a punto de ser enyesado por ciertas maniobras acrobáticas de la señorita que sirvió de trapecio para él. Aunque el hecho de meterle el hisopo (y felizmente no le dijeron saque la lengua y diga A)es algo que me retuerce el ombligo de pensar en lo doloroso que debió ser.

Que la plaga de la dedicatoria de Mojinos Escozios se vaya para no volver.

El tintero del Verdugo

Unknown dijo...

Te devolví la visita con gusto y cierto picor solidario, espero que esas compañeras tuyas y de tu tímido amigo, se fueran a concer mundo.

Saludos
David

Anónimo dijo...

Me gusto mucho tu post...Es horrible tener ladillas!!! Pero con afeitarme todo el pubis se me paso =)
Saludos

Sergio